Papel crítico 68

Antonio Álvarez-Benavides*

City University of New York (EE.UU.) y GRESCO-UCM

Movimientos sociales en el siglo xxi. Perspectivas y herramientas analíticas

Autor: Geoffrey Pleyers

Páginas: 173

Editorial: Icaria, 2019

Ciudad: Barcelona

Movimientos sociales en el siglo xxi es el primer libro en español del sociólogo belga Geoffrey Pleyers, uno de los sociólogos de los movimientos sociales más relevantes y prolijos del momento y, quizá, el último gran discípulo de Alain Touraine. En el libro se exponen algunas de sus líneas teóricas fundamentales, así como la serie de análisis de movimientos sociales a lo largo del planeta que ha ido desarrollando, principalmente, durante la última década. Supone quizá su contribución más importante, al menos en español, a la sociología de los movimientos sociales desde su libro Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age (2011).

El libro está compuesto por siete capítulos en los que se combina el contenido eminentemente teórico, donde desarrolla su manera de entender la sociología de los movimientos sociales, la llamada vía de la subjetividad, combinada con una dimensión más activista, en la que analiza la oleada de movimientos sociales surgidos desde 2010 y expone a través de serie de estudios de caso otras epistemologías, las del Sur.

El prefacio está escrito por Boaventura De Sousa Santos y en él destaca la no linealidad de Pleyers con las epistemologías exclusivamente eurocentristas y su apuesta por acudir a epistemologías alternativas. No olvida a los grandes autores y a la tradición académica de análisis de los movimientos sociales, pero los concibe como contribuciones a ecologías de saberes más amplios. Desde una óptica propia, el alter-activismo, centrado en la experiencia vivida de los propios movimientos en lucha, Pleyers da cuenta, como señala De Sousa Santos, de nuevas culturas activistas que surgieron en las últimas décadas, de sus diversas visiones del mundo y de la transformación social, y de sus concepciones de lucha. También subraya la pluralidad de los temas tratados en el libro y la capacidad del autor de romper con la frontera entre lo local y lo global, haciendo una sociología contemporánea en el que estos ámbitos se imbrican, entremezclan y se influyen mutuamente, buscando las resonancias y las redes de «afinidades electivas» entre situaciones y movimientos de las distintas regiones del mundo (p. 8).

Antes de comenzar con el libro propiamente dicho, Pleyers hace una pequeña introducción en forma de declaración de intenciones. En primer lugar, se posiciona teóricamente definiendo su forma de entender la sociología de los movimientos sociales, como una sociología de la acción en el que el centro del análisis serán los sujetos. En segundo lugar, sitúa el objeto y el tiempo del libro, esto es, la serie de movilizaciones que se produjeron principalmente desde 2011. Este tipo de movimientos, que han sido descritos como «nuevos-nuevos movimientos sociales», «novísimos movimientos sociales», o «movimientos post-2010», como el propio Pleyers prefiere llamarlos, tienen una serie de características comunes, nuevas formas y articulaciones que, unidas a prácticas tradicionales, son analizadas por el autor desde una perspectiva global y principalmente desde la óptica del alter-activismo.

Desde el punto de vista de la producción teórica, el libro hace un esfuerzo encomiable por actualizar la epistemología de los movimientos sociales a partir de las movilizaciones que se producen a lo largo del planeta a partir de la segunda década del siglo xxi. Para ello se examina la vigencia de la sociología de Alain Touraine para explicar estos «nuevos movimientos sociales» y se plantean toda una serie de sesgos, prácticas, procesos, lugares, discursos y actores para complementar y matizar este corpus teórico. Efectivamente, desde el año 2010 comenzaron a surgir movilizaciones en distintos lugares del globo, con características similares e idiosincrasias propias, sorprendiendo tanto a la ciudadanía como a los sociólogos. Desde Túnez, Marruecos, Yemen, Egipto a España e Islandia, pasando por Estados Unidos, México, Chile, Hong Kong, Turquía, Rumanía, cientos de miles de individuos tomaron las calles y las plazas, reclamando dignidad, justicia social y democracia. La magnitud, pluralidad e intensidad de esas movilizaciones hicieron cuestionarnos a los científicos sociales si nos encontrábamos ante un nuevo tipo de movimientos sociales y si cambiarían un panorama social aparentemente cada vez más uniforme, que dibujaba una globalización cada vez más neoliberal. Precisamente este es uno de los objetivos fundamentales del libro, dilucidar hasta qué punto son nuevos estos movimientos, partiendo del concepto de «nuevos movimientos sociales» desarrollado por Touraine (1973). Siguiendo esta lógica de actualización, Pleyers hace un extenso análisis sobre cómo han influido los medios de comunicación de masas globales y principalmente las redes sociales en la reconfiguración de las movilizaciones, cómo se reformulan tanto la organización interna como sus conexiones locales y globales y, por último, cómo se reclama y construye una nueva democracia. Como señala el autor, la novedad se ha vuelto «una trampa analítica» para los sociólogos, influidos tal vez por el periodismo y por la dificultad y necesidad de ser cada vez más productivos y, valga la redundancia, «novedosos». Ciertamente el término «nuevos movimientos sociales» se ha utilizado innumerables veces desde que fuera acuñado para marcar, generalmente, una frontera o separación clara entre distintos tipos de movilizaciones, pero éste nunca llegó a plantearse como una ruptura abrupta entre el movimiento obrero y otros movimientos de finales de los 70’, sino que pretendía señalar una mayor influencia de los elementos culturales sobre los económicos o la clase social en las movilizaciones en las sociedades post-industriales y en un contexto post-materialista. Sin duda también podemos reconocer estas características en las movilizaciones post-2010, lo que vuelve a poner sobre la mesa la concepción clásica de los nuevos movimientos sociales sin necesidad de marcar nuevas rupturas o fronteras, sino más bien continuidades, revisiones y, evidentemente, también novedades. Como señala el autor, «los movimientos de la década del 2010 (…) han vinculado inseparablemente las dimensiones socioeconómicas y culturales en cada una de sus reivindicaciones y en sus prácticas. Mientras que la dignidad es generalmente asociada a un repertorio del reconocimiento más que de reivindicaciones materiales, las definiciones formuladas por los activistas entrevistados en nueve países donde se dieron fuertes movilizaciones entre 2011 y 2016 mezclan los aspectos subjetivos y socioeconómicos, es decir, las reivindicaciones y las prácticas» (p. 25).

Del mismo modo que Pleyers no se inclina por primar las novedades o las continuidades respecto a las características epistemológicas de los movimientos sociales post-2010 tampoco lo hace respeto a las prácticas y tácticas de estos. Tanto en el primer capítulo como sobre todo en el cuarto —«De Facebook a las plazas: activismo e internet en la década 2010»—, en el que reflexiona sobre el debate de la tecnopolítica y de la influencia de los nuevos medios de comunicación de masas y especialmente de las redes sociales, no pretende ni sobreestimar ni sobrevalorar ninguno de los ámbitos de las movilizaciones, de la misma manera que ni es ciberoptimista ni ciberpesimista. Internet ha transformado, en parte, las movilizaciones, ha dotado a los movimientos sociales de nuevas herramientas y estrategias, ha creado incluso nuevos tipos de activismo, pero estos nuevos lugares se combinan, irremediablemente, con los espacios físicos, con las plazas y las calles, de la misma manera que lo hace el ámbito global con el local y el virtual con el real.

Esa es una de las grandes características y valores tanto del texto como de la sociología de Pleyers: que ni busca ni presenta respuestas totales o paradigmas cerrados, que reconoce las aportaciones de todas las epistemologías y que valora todas las aproximaciones analíticas, de la misma manera que no desestima ningún marco teórico. Esto es especialmente evidente en el que, en mi opinión, es el capítulo más destacado del libro, en el que revisa una de las ideas centrales de su anterior trabajo, Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age (2011), y que supone una versión actualizada de un texto ya publicado, «Volverse actores. Dos vías del activismo en el siglo xxi». En él examina y discute dos herramientas analíticas referidas a la acción social que sirven para explicar cómo se articulan los movimientos sociales tanto de manera interna como externa: con la «vía de la razón», los ciudadanos se apoyan en una sociedad civil capaz de cuestionar la ideología neoliberal a través de análisis científicos y técnicos, y en una ciudadanía activa que se moviliza en contra del neoliberalismo para constituir sociedades más democráticas; mientras que los actores de la «vía de la subjetividad» defienden la autonomía de su experiencia vivida, de su subjetividad y de su creatividad, ya sea a nivel de una comunidad o a nivel individual (p. 46). Aunque sus trabajos más recientes han explorado principalmente esta segunda vía (desarrollada ampliamente en el capítulo 3), reconoce las contribuciones de ambas y considera que no tienen por qué concebirse de manera aisladas puesto que se «combinan en las iniciativas de muchos grupos en los actos de ciudadanos que buscan contribuir a un mundo mejor y más democrático. Esta combinación conlleva algunas tensiones y contradicciones, a menudo visibles en los movimientos. También genera innovaciones sociales e interacciones constructivas que permiten superar algunos límites de cada vía» (p. 53).

En el quinto capítulo Pleyers analiza la prevalencia de la teoría de la acción de Alain T­ouraine, que establece que los movimientos sociales producen la sociedad. Esta afirmación es especialmente interesante porque se pretende reeditar en un momento en el que el ciclo de movilizaciones que surgieron desde 2010 y que tenían un carácter eminentemente progresista deja paso a una serie de movilizaciones y sobre todo de sucesos políticos en los que la derecha, la extrema derecha y las grandes esferas de poder neoconservadoras y neoliberales vuelven a escena con fuerza y de manera también global. Para justificar la prevalencia de la afirmación en el capítulo se desarrollan una serie de sesgos epistemológicos y de matices en los que se reconoce también el papel de los movimientos sociales no progresistas, de los lobbies y el contrapoder del 1% en la producción de la sociedad. Así, esta producción no depende exclusivamente de los movimientos progresistas y tiende siempre hacia procesos de ampliación de los derechos sociales y de democratización, sino que es también fruto de las contradicciones, de la lucha entre distintos actores, subjetividades y sociedades imaginadas. Los movimientos sociales producen la sociedad, pero no solo los movimientos «amigos» y no solo en el sentido subjetivo en el que «nos gustaría» desde una óptica progresista.

En el sexto capítulo se analizan cuatro frentes de lucha en América del Sur: los movimientos indígenas y campesinos, donde las luchas por la tierra son muy tensas; los movimientos por la democratización, donde los desafíos más grandes son el acceso a la información, y la colusión entre élites políticas, económicas y los medios; las luchas por la educación, protagonizadas por estudiantes, profesores e, incluso, por iniciativas de la sociedad civil y de movimientos rurales; y los movimientos por la paz y la justicia, que se expresan en contra de la violencia y la impunidad. Tanto en este capítulo como a lo largo de todo el libro, se proyecta una de las necesidades fundamentales del autor al mismo tiempo en calidad de activista y de sociólogo: el Sur y sus epistemologías. Las epistemologías del Sur tienen una doble vertiente: visibilizar actores invisibilizados, emergencias, prácticas, tácticas y realidades fundamentales para la transformación social, así como herramientas analíticas construidas por los propios actores, pero también por aquellos que los analizan. Ambas dimensiones cada vez cobran más relevancia en el ámbito académico internacional, abriendo caminos tanto para la emancipación como para la comprensión de los movimientos sociales y de la sociología en general.

El libro se cierra con el capítulo «Para una sociología de los movimientos sociales», que consiste en una compilación de dos entrevistas al autor en las que aborda alguno de los temas centrales en el debate interno y externo de los movimientos sociales. Con el nacimiento de nuevos partidos y formaciones políticas, los procesos de institucionalización de los movimientos sociales han cobrado una enorme relevancia. Pleyers valora sus efectos positivos y negativos para los propios movimientos, pero sobre todo discute sobre la ontología del concepto de institucionalización cuando afirma que el ascenso al poder no tiene por qué representar el éxito o fracaso de un movimiento social. La vía de la subjetividad precisamente visibiliza procesos que, sin necesidad de institucionalizarse (entendiendo por esto la transformación de los movimientos sociales en estructuras o élites políticas), se construyen y articulan en la cotidianidad, en el día a día de los activistas, que de hecho no lo plantean tanto como demandas sino como alternativas reales de vida. Además, estas formas alternativas que son vividas por unos pocos van permeando la sociedad, afectando tanto a los individuos como a las estructuras sociales, incluso a las instituciones, por lo que la transformación social, la producción de la sociedad, acaba siendo un proceso no unidireccional, no unívoco, en el que esas realidades alternativas se normalizan y dejan, por tanto, de ser alternativas. Estaríamos, sin duda, ante procesos de institucionalización, pero por lo bajo, que transforman la realidad de los que plantean vidas alternativas y a su vez, poco a poco, van conformando otros modos de vida que llegan globalizarse. Todo esto tiene también una relación directa y se traduce no solo en formas de vida, sino en cómo se gestionan éstas en el ámbito público, es decir, con la democracia, con cómo se piensa, se vive y se transforma desde los movimientos sociales.

La democracia es un tema central en los movimientos sociales a nivel global bien cuando se reclama la democratización de contextos totalitarios, como en la Primavera Árabe, o bien cuando se demanda más y mejor democracia en países controlados por las élites financieras y asolados por la corrupción. Por lo tanto, esas conexiones, aunque difusas, esas vivencias, aunque plurales, esas reclamaciones, aunque distintas, tienen puntos en común, vínculos e influencias mutuas que deben ser tenidas en cuenta en un contexto global. Por ello, Geoffrey Pleyers propone el «globalismo metodológico» como una forma de entender la sociología de los movimientos sociales que nos permite entender estas influencias e imbricaciones globales, una forma de conocer e investigar más allá de lo obvio y lo inmediato, y a la vez, de establecer un diálogo intercultural, tanto entre los académicos, como entre los activistas, en el que aparecen, inevitablemente, las epistemologías del Sur.

Desde una posición tanto académica como activista, Pleyers nos sumerge en la sociología de los grandes autores y de los grandes debates, pero también de la cotidianidad de los sujetos oprimidos y de las epistemologías olvidadas. En definitiva, nos hallamos ante un libro imprescindible para comprender los movimientos sociales contemporáneos, a través de una apuesta por una sociología de la acción excelsa y, a la vez, crítica y transformadora.

Referencias

Pleyers, G. (2011). Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age. Cambridge: Polity Press.

Touraine, A. (1973). La production de la société. París: Seuil.